#DíaMundialDeLaSalud: Sobre nuestra salud (sexual) y lo posible

#DíaMundialDeLaSalud: Sobre nuestra salud (sexual) y lo posible

Hay algo que detesto profundamente no sólo en la política, sino casi en cualquier faceta de la vida: el puto posibilismo, hacer sólo lo que sea posible…

Paco Vidarte.

“Construir un mundo más justo y saludable” es el eslogan que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha elegido este año para conmemorar el Día Mundial de la Salud, ¿pero cómo lograr esta meta en un mundo donde la salud pública habita solo en los posibles que el sistema le permite? Un sistema que decide qué cuerpos merecen ser curados o no; un sistema que, además, sólo cura cuerpos en función de su productividad y no en función de su derecho a ser, a existir. 

La filósofa española Marina Garcés comienza su libro En las prisiones de lo posible con una descripción de un mundo que se ha quedado solo, un mundo que se ha hecho radicalmente único, incapaz de soñar otros horizontes, donde las prisiones de lo posible sólo permiten “la doble experiencia de la impotencia y la estupidez”. 

Para quienes habitamos la disidencia sexual, desde muy temprano nos hemos tenido que enfrentar a esa “doble experiencia” en casi todos los ámbitos de nuestras vidas; específicamente en el ámbito de la salud, todavía al día de hoy somos marginadxs, pisoteadxs y maltratadxs. Acá unos ejemplos:

Ilustración: Alan Betanzos (ig: @alanbetanzos)

Sobre la experiencia de la estupidez…

  • Cuando en el IMSS todavía hay personal médico que niega la identidad de una persona trans y decide llamarle por el nombre con el que esa persona fue registrada al nacer y no con el que esa persona ha decidido nombrarse. 
  • Cuando en los centros de salud el personal médico cuestiona nuestras prácticas sexuales con la intención de avergonzarnos. 
  • Cuando el CENSIDA destina recursos para la detección de VIH en personas que se inyectan drogas, pero poco o nada hace para acompañarlxs en su adherencia. 
  • Cuando el Estado decide quitar recursos a las organizaciones de la sociedad civil que hacemos el trabajo de salud comunitaria que él mismo no puede y no está dispuesto a hacer (cuando es su responsabilidad garantizar el acceso universal a servicios de salud). 
  • Cuando a una persona usuaria de drogas con recién diagnóstico de hepatitis C le condicionan el acceso al medicamento solo si deja de consumir.
Ilustración: Alan Betanzos (ig: @alanbetanzos)

Sobre la experiencia de la impotencia…

  • Cuando en el ISSSTE un médico se atreve a golpear a un paciente con VIH y es protegido por la misma institución.
  • Cuando en el IMSS, el ISSSTE o en cualquier CAPASITS acudes a la ventanilla de la farmacia y no tienen tu tratamiento antirretroviral.
  • Cuando la PrEP solo está disponible bajo ciertos criterios y protocolos que benefician exclusivamente al gay blanco heteronormado de clase media, pero que excluyen mayoritariamente a la población trans de las periferias que hace trabajo sexual. 
  • Cuando en las comunidades indígenas el personal de salud es incapaz de explicar un diagnóstico de VIH en la lengua de su interlocutore.
  • Cuando CENSIDA anuncia que el tratamiento para curar la Hepatitis C está disponible en todo el país pero en la realidad no es así.
  • Cuando no existe ni una sola campaña desde el Estado para la prevención del VIH. 
  • Cuando el Estado decide qué cuerpos pueden ser o no atendidos en medio de la pandemia, pero relegando al olvido a los cuerpos que vivimos con VIH.

En este cis-tema en el que la heterosexualidad y la supremacía blanca representa el régimen de control o, en palabras de Paul Preciado, la “tecnología de gobierno de las poblaciones”, la respuesta que obtenemos lxs sujetxs abyectxs siempre es la misma: esto es lo que hay, esto es lo posible, esta es la solución dentro del sistema.

Pero nosotrxs, desde los márgenes, discrepamos: “Nuestra salud (sexual) no puede ni debe habitar en las prisiones de lo posible”. 

La pandemia no “evidenció” la fragilidad de los sistemas de salud. Quien no se haya dado cuenta antes de dicha fragilidad es porque estaba muy cómodx en las prisiones de lo posible, en la experiencia de la impotencia y la estupidez. 

Un mundo más justo y más saludable no puede construirse dentro de los muros de esta prisión. No puede. Tampoco es suficiente pronunciar sólo un “basta” o un “hasta aquí”. Para salir de lo posible tenemos que entrarle al conflicto, “montarnos en la cresta de la ola de un problema que apenas emerge”, como señala Marina Garcés. Necesitamos pensar en colectivo para encender nuestra capacidad y creatividad política; pero sobre todo, urge reconocer y habitar el dolor y la rabia que nos causa una noción de la salud en la que dentro de este sistema, esta prisión, sólo conocemos las migajas.

REFERENCIAS:
Garcés Mascareñas, M. (2002), En las prisiones de lo posible. España: Bellaterra.

Por Pablo Caisero
Coordinador del programa de Salud Sexual de Inspira Cambio A.C.

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