Tu Orgullo Nos Inspira: Historia celestial del sida en México (2do lugar, ensayo creativo)

Historia celestial del sida en México, escrito por Saturtina Herrán

Tu Orgullo Nos Inspira: Historia celestial del sida en México (2do lugar, ensayo creativo)

Cada año, durante el Mes del Orgullo LGBT+, lanzamos nuestra campaña #TuOrgulloNosInspira con actividades de incidencia política y cultural para reconocer, visibilizar y honrar las luchas y activismos LGBT+. En esta edición queremos compartir con todxs los textos ganadores del concurso de escritura creativa «Nadie hablará del sida cuando estemos muertxs», el cual convocamos como parte del #InspiraFest en el marco del 1 de diciembre, Día mundial de lucha contra el sida. Hoy, en nuestro blog, les traemos el texto de Saturtina Herrán, quien ganó el 2do lugar en la categoría Ensayo creativo. ¡Disfrútenlo!

Historia celestial del sida en México

Autorx: Saturtina Herrán

Es el primer día de 1996. En las afueras de la Ciudad de México existe una clínica clandestina que ha sido utilizada por el gobierno para ocultar gente enferma y herida. En el pabellón del último piso se encuentra una persona conectada a un respirador, aún no ha muerto. Nadie lo sabe, pero ese cuerpo inmóvil que se pudre lentamente es el primer caso del sida en México. ¿Cómo ha sobrevivido al virus si fue infectado en 1978? Los fuegos pirotécnicos que pintan las garras del cielo tienen la respuesta.

El 04 de julio de 1976 se celebran los 200 años del Día de la Independencia en los Estados Unidos. Nueva York brilla como nunca antes, los marineros vienen de todas partes del mundo a celebrar. Ahí, en medio de la euforia, las risas, los besos y el amor se encuentra un chico haitiano asombrado por las luces pirotécnicas que dan color a la Estatua de la Libertad. El haitiano había nacido en Puerto Príncipe. La vida es dura y pronto tuvo que migrar de su hogar. El camino más rápido para huir se encuentra en Miami, a tan solo 90 minutos si se toma un avión. El haitiano decide vender su sangre a un puesto falso de la Cruz Roja donde usan jeringas reutilizables. El pinchazo es suficiente para incubar el virus. En la fiesta del 04 de julio, el haitiano conoce a una mujer afroamericana que le ofrece la oportunidad de trabajar como prostituto.

Dicen que su padre fue maldecido por una bruja. Cuando dio a luz, su madre trató de azotarlo contra el suelo, gritaba presa del horror “Eres el diablo. Estás maldito. Tú no eres mi hijo”. Los habitantes pidieron a sus padres que nunca bajara al pueblo, entonces lo encerraron en una colina para que nadie pudiera verlo. Cuando creció le asignaron trabajo en las cosechas. Usaba pantalón con una sudadera holgada y una gorra que tapaba su rostro. Fue en la primavera de 1978 cuando conoció al haitiano que había migrado desde Nueva York. Él sabía hablar español, pero solo lo hablaba con el maldecido. Una noche, el haitiano saltó la reja para subir la colina, esperó a que el guardia se descuidara; los pobladores cuidaban las afueras del terreno porque creían que el maldecido podría embrujarlos. Pusieron un alambrado y asignaron a un guardia armado por si quería escapar, la orden era matar a todo aquel que intentara subir o bajar. El haitiano entró silencioso, tapó la boca del maldecido y comenzó a desvestirlo: “Uste e zun Herrmafroita”. El maldecido guardó silencio, permitió que el haitiano le hiciera el amor. Esa noche, la criatura celestial y el virus se convirtieron en un mismo ser.

Imagen con frase destacada de ensayo creativo. Empieza la frase: 

“Llegó la mañana de 1996, la fiesta de año nuevo había terminado y el último lamento del maldecido podía escucharse a través de la habitación: 
`Dios, no quiero ir al infierno´”

Fin de la frase. Este fue un fragmento de Historia celestial del sida en México, escrito por Saturtina Herrán como parte de Tu Orgullo Nos Inspira
Ilustración: Alan Betanzos (Ig: @alanbetanzos)

Habían pasado los años, eran mediados de los ochentas y Chiapas vivía una pobreza incomparable. Un día, llegaron camiones con símbolos de la cruz roja, empezaron a comprar sangre a 300 pesos por 500 mililitros. La madre apareció en la colina y se llevó al maldecido a su casa donde fue aseado y cambiado de ropas. Ahora era una mujer. Bajaron al pueblo donde nadie la reconoció. Al llegar al puesto su madre le susurró al oído: “mientras más sangre vendas, menos maldito estarás”. Cada quince días su madre le llevaba a vender 500 mililitros hasta que su cuerpo colapsó. Era invierno, el maldecido tenía una fiebre que le carcomía hasta los pelos. Levantarse a mojar los trapos para untarlos en su piel provocaban un esfuerzo casi imposible, llegó un momento donde se desmayó. Ahí, en el suelo, los dioses, en su divina y a veces torcida mirada decidieron entregarle un mensaje; en el sueño era un león que había llegado hasta la región más desolada de Nigeria. En el sueño, fue capturado por 10 hombres que lo llevaron ante una mujer que le decían La bruja de Elba Esther. En el sueño, el líder de los Yoruba le acuchilló un ojo, le arrancó los genitales, le cercenaron la cabeza, le ofrecieron su sangre infectada a la bruja que sufría un orgasmo. Ese sueño era una profecía del futuro.

El tráfico de sangre había destruido un pueblo entero en el país de China, el virus mató a todos los pobladores que vendieron su sangre. La misma historia se repetiría en México dentro del pueblo Tzotzil del norte. La enfermedad de la fiebre había invadido a sus habitantes sin explicación alguna. La madre del maldecido siempre era la primera en llegar al puesto de sangre para que nadie los viera. Decidida a explotar a su engendro lo llevó a la fuerza a vender sangre una vez más; demasiado tarde, los soldados habían tomado el pueblo. Un doctor revisó al maldecido, cuando le pidió desnudarse para el examen médico descubrió el aterrador secreto que había devorado el alma de aquella criatura celestial. Nadie sabe si fue un gesto de compasión, amor o lástima, pero el doctor decidió llevárselo a la Ciudad de México donde sería tratado. El destino del pueblo Tzotzil era inevitable, el sida mató a los habitantes y los sobrevivientes fueron ejecutados. El pueblo dejó de existir.

Los dioses le habían entregado un mensaje y él debía hacerlo llegar, pero la enfermedad había tomado su cuerpo. El maldecido formó parte de un experimento secreto por parte del doctor Isaac Goiz quien descubrió la cura del sida en 1988. A través de una serie de cartas, convenció al recién presidente Ernesto Zedillo Ponce de León de utilizar las instalaciones del Hospital “La Raza” para tratar con hombres homosexuales víctimas del sida. El tratamiento era conocido como La Terapia Biomagnética que consistía en someter al paciente a una serie de vibraciones eléctricas con potencias de 1,000 GAUSS durante una hora, las vibraciones ajustarían la energía interna y permitirían al cuerpo erradicar el virus. El experimento comenzó con 50 pacientes, pero en cuestión de semanas comenzaron a morir. Justo en esos momentos una mujer conocida como Elba Esther Gordillo se encontraba en un mercado popular de Marruecos donde un clarividente le estaba leyendo los caracoles: “Nigeria, León, Chimpancé”, fueron las tres imágenes de un mensaje aterrador: “tienes que matar a un león”. En ese momento el maldecido cayó en el delirio, comenzó a sufrir la agonía del León.

La luna roja brillaba en lo profundo de la selva. Un león viejo que había sido exiliado de su manada se había enfrentado a un grupo de chimpancés. Su cuerpo se llenó de heridas y la sangre de los monos se mezclaba con su propia sangre, el virus penetró su sistema. Se comenzó a correr el rumor de que un león vivía a las orillas del río que dividía la tierra de Benín con la tierra de Nigeria; los yorubas lo capturaron, lo debilitaron a golpes, lo desnutrieron haciéndole comer gatos enfermos. Cuando sus fuerzas menguaron, el león fue entregado a Elba Esther como una ofrenda a un falso Dios. El león la miró por última vez antes de recibir un cuchillazo en el ojo. Entre todos los yorubas arrancaron sus genitales y cercenaron su cabeza. La bruja lamió los testículos, se bañó con su sangre, se regodeó de placer con esa sangre envenenada de sida, con la misma enfermedad que sufría el maldecido. La sangre y la carne del león asesinado pasó a ser alimento de muchos gatos que fueron traídos a México como parte del ritual satánico. En un accidente automovilístico en la carretera de Tijuana, varios gatos lograron escapar trayendo el Virus de Inmunodeficiencia Felina a México.

Era 1995 y los militares llegaron al hospital a destruir los experimentos del doctor Isaac quien había escapado a Ecuador para continuar con sus terapias biomagnéticas. Habían muerto más de 100 personas y el único sobreviviente era el maldecido quien perdió la razón, él sufría demencia a causa del sida. Los doctores sabían que era cuestión de tiempo así que les pidieron a los soldados desaparecerlo. Fue trasladado a las afueras de la Ciudad de México a una clínica clandestina donde ocultaban gente enferma y herida.

Llegó la mañana de 1996, la fiesta de año nuevo había terminado y el último lamento del maldecido podía escucharse a través de la habitación: “Dios, no quiero ir al infierno”.

Fuentes bibliográficas:
Bechdel, Alison, “Fun Home. Una familia tragicómica”, Estados Unidos, 2006.
Goiz Duran, Isaac, “El sida es curable”, México, Xalostoc, 1993.
González-Fernández VD y Cols. “Detección molecular en México del virus de inmunodeficiencia felina”, México, AMMVEPE, Vol. 27 No. 1, 2016.
Lianke, Yan, “El sueño de la aldea Ding”, China, 2013.
Olmos, José Gil, Los brujos del poder. El ocultismo en la política mexicana, México, Debolsillo, 2009.
Quammen, David, “Contagio. La evolución de las pandemias”, Estados Unidos, 2012.
“Informe Final de la Consulta sobre VIH-SIDA y Pueblos Indígenas en Áreas Fronterizas”, México, Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas, 2011.

Ficha técnica

Historia celestial del sida en México

Autorx: Saturtina Herrán

2do lugar en la categoría Ensayo Creativo 

#TuOrgulloNosInspira

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